Por: Ruperto Alis / Imparcial RD
Versión periodística basada en el relato original de Juan Cruz Triffolio
Salcedo, R.D. – Una historia marcada por la tragedia, el sacrificio paterno y la fatalidad ferroviaria en los inicios del siglo XX vuelve a estremecer la memoria colectiva del Cibao: la trágica muerte de don Ramón Pérez, productor de tabaco y criador de ganado oriundo de Baitoa, Santiago de los Caballeros, quien fue arrollado y triturado por el tren en los alrededores de la estación de Salcedo, mientras buscaba a su hijo desaparecido.
El hecho se registró cuando don Ramón, montado sobre su inseparable mula, se acercaba a la vía ferroviaria en procura de pistas sobre el paradero de su hijo, Adolfo Pérez Pichardo, de quien no se tenían noticias desde hacía varios días. Testigos relataron que la mula se espantó por el estruendo del tren y cayó sobre los rieles, siendo arrollada junto a su jinete por la locomotora.
El tren, en ese entonces un moderno medio de transporte de carga y pasajeros que cubría la ruta La Vega–Salcedo–San Francisco de Macorís–Sánchez, había iniciado sus operaciones hacía poco tiempo, transformando la movilidad y el comercio en la región. No obstante, esta promesa de progreso también trajo consigo la primera gran tragedia ferroviaria en la zona.
El cuerpo mutilado de don Ramón fue recuperado por familiares y transportado en un saco de jeniquén hasta su natal Baitoa. Entre ellos se encontraban sus sobrinos Ramón Pineda Pérez, Leopoldo Núñez Pérez, Juanico Núñez Pérez, y su sobrino directo Rogelio Pérez Pichardo, quienes se movilizaron de inmediato al conocer la desgarradora noticia.
Poco tiempo después, Adolfo reapareció. Su ausencia había generado toda clase de conjeturas, desde secuestro hasta homicidio, luego de que negociara unos andullos con un primo y desapareciera con una suma importante de dinero. Según versiones, había sido visto en los alrededores de Salcedo, zona donde el comercio del tabaco y el ganado era entonces particularmente lucrativo.
Devastado por la muerte de su padre, Adolfo Pérez Pichardo cambió su nombre por el de Juan Rodríguez e ingresó a las filas del Ejército Nacional y posteriormente de la Policía Nacional, alcanzando el rango de capitán. Años más tarde, ya en la década de 1970 y en condición de pensionado, puso fin a su vida lanzándose del Puente Duarte, en Santo Domingo. Se presume que los remordimientos y el peso emocional de aquella tragedia lo acompañaron hasta sus últimos días.
El episodio sigue siendo recordado por generaciones de la región como una muestra trágica del sacrificio paterno, la fragilidad de la vida y el impacto de la modernidad en una época donde el tren simbolizaba tanto esperanza como peligro.
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