Por: Ruperto Alis / Imparcial RD
La convivencia entre la República Dominicana y Haití, dos naciones vecinas que comparten la isla de La Española, ha estado marcada por momentos de cooperación y también por tensiones históricas. En este contexto, la discriminación hacia ciudadanos haitianos y dominico-haitianos continúa siendo una realidad preocupante. Es fundamental analizar cómo la educación y la cultura pueden ser herramientas efectivas para promover el respeto, prevenir el rechazo y proteger a los sectores más vulnerables, especialmente los niños.
Contexto histórico y social
La relación entre ambos pueblos tiene raíces profundas, que incluyen momentos de conflicto como la ocupación haitiana de 1822-1844 y episodios lamentables como la Masacre del Perejil de 1937. Estos hechos, sumados a narrativas estigmatizantes y a desigualdades socioeconómicas, han contribuido a la persistencia de prejuicios y actitudes discriminatorias.
Hoy, en muchos escenarios sociales, la identidad haitiana puede ser percibida de manera negativa, lo que coloca a individuos y comunidades en situación de vulnerabilidad.
El papel de la educación y la cultura
Para contrarrestar estas dinámicas y avanzar hacia una convivencia armónica, la educación y la cultura se perfilan como pilares fundamentales. Algunas estrategias posibles incluyen:
Fortalecer la educación intercultural
Integrar en los currículos escolares contenidos que fomenten el respeto a la diversidad, la historia compartida y los valores de convivencia.
Desarrollar materiales bilingües (español-criollo) que reflejen la riqueza cultural de ambos pueblos.
Promover el intercambio cultural
Apoyar actividades binacionales: festivales artísticos, encuentros deportivos, ferias gastronómicas y talleres comunitarios que celebren el patrimonio común.
Fomentar proyectos de arte colaborativo (murales, teatro, música) que fortalezcan los lazos entre comunidades.
Prevención del acoso y protección de la niñez
El bullying por origen o etnia es un fenómeno que impacta con especial crudeza a la niñez. Para enfrentarlo, se puede:
Implementar programas de sensibilización en escuelas, dirigidos a estudiantes y docentes.
Establecer protocolos claros de prevención y atención ante casos de acoso.
Promover la creación de clubes y actividades escolares que impulsen la inclusión y el respeto.
La niñez, como sector particularmente expuesto, debe ser objeto de políticas y acciones que garanticen su desarrollo en un entorno seguro y libre de discriminación.
Contribución desde la sociedad dominicana
Desde distintos ámbitos de la sociedad dominicana pueden impulsarse iniciativas que promuevan la inclusión:
Voluntariados en apoyo a la alfabetización, actividades recreativas o talleres formativos en comunidades mixtas.
Espacios de diálogo y reflexión sobre la importancia del respeto mutuo.
Promoción de emprendimientos y expresiones culturales que muestren el aporte positivo de las comunidades haitianas y dominico-haitianas al desarrollo local.
Conclusión
Las relaciones entre pueblos vecinos deben construirse sobre los valores del respeto, la cooperación y la solidaridad. La educación y la cultura ofrecen caminos concretos para superar estigmas históricos y avanzar hacia una convivencia más justa y armoniosa.
La verdadera solución no está en reforzar divisiones, sino en apostar por iniciativas que fortalezcan los lazos y en reconocer la diversidad como un activo que enriquece a toda la región.
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